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Queridos errores

Queridos errores,
que al dormir me atormentan,
que ante todos me avergüenzan,
víctimas de mis ofensas.
Gracias.

Queridos errores,
que trato de ocultar,
tal vez con más fuerza
que la que empleo en mejorar.
Gracias.

Queridos errores,
que me han hecho tropezar,
que el sabor de la fría tierra,
me han hecho saborear.
Gracias.

Queridos errores,
que logran humanizar
a cada éxito logrado
con sus golpes de humildad.
Gracias.

Queridos errores,
que atacan con su lección,
lección de tolerancia
hacia la temida frustración.
Gracias.

Queridos errores,
muchas gracias.

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No me toques

No me toques, no lo hagas. Mírame, sonríeme, quiéreme, de las manos, de los brazos, líbrame. No me toques, por favor, no lo hagas. No lo hagas, no me toques. Me han tocado suficiente,   para del daño ser consciente. No lo hagas, por favor, no me toques. No me toques, ni lo pienses. Tus brazos, máquinas de tortura, martirizan a mi cuerpo, al que ya le sobra angustia. No me toques, por favor, ni lo pienses. Te lo suplico, no me toques. Apiádate de mí, de mi mente, de mi alma, de cada cicatriz. Te lo suplico, no me toques. Y si después de todo el drama, aun me quieres tantear, siento decirte que te toca esperar. Solo cuando sin tu piel de abrazarme seas capaz, solo en ese momento y solo si tu quieres, mi cuerpo podrás tocar. Mientras tanto, no me toques.

Soledad II

Aislada en la noche, inmersa en mi creación, si interrumpen el silencio, se esfumará la inspiración. Muchedumbre, multitudes, gente a mi alrededor, charlan, parlotean, sin sentido, sin razón, conversaciones mezcladas, que provocan confusión, si no entiendo dichas voces, me invadirá la desazón. Una noche, un cuaderno, sin ninguna alteración, el silencio, el autoencierro, que purifica mi interior. Mi mente hace un pacto, con la esperada inspiración: yo le ofrezco sosiego y ella su aparición. Yo me aferro a ella, al retiro y su calor. Ella solo me acompaña, con la soledad en mi favor. . .