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El juicio de la señorita R — Capítulo III


De un día para otro me con vi un collar,
un collar de sumisión, símbolo de propiedad.
Un collar que me separaba de toda individualidad
y que me hizo despedirme de todo rastro de humanidad.
  
En la calle pretendía, siempre mi devoción tener,
buscaba ser envidiado, que desearan su vida poseer.
Mas adelante, mi mirada también quedó en su poder,
su cólera llegaba, si no miraba al suelo o hacia él.

Aquí, queridos jueces, llega el momento del contrato,
contrato que le dio el «derecho» a ser el soberano
de mi cuerpo y de mi alma, todo quedó en sus manos.

Tal vez se pregunten, por qué mi firma está ahí,
el motivo es sencillo, pensé que no lo iba a cumplir.
Mi intención fue cambiarle,que quisiera vivir,
sin saber que en ese momento, yo había dejado de existir.


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